Un edificio con años de historia, historia que todavía podemos ver en su interior. Un lugar clandestino con sus propias normas que solía hospedar amantes. El romance y la pasión eran los protagonistas de esta escena, y todas sus habitaciones e instalaciones respiran esa esencia de misterio y sensualidad.
En 1933, Le Berger fue creado como una solución para un club de amigos que no podían vivir fácilmente su doble vida secreta. Trabajadores que querían encontrar un lugar discreto y cómodo donde pudieran quedarse con sus amantes.
Uno de ellos, el Sr. Gabriel Duhoux, fue el empresario que diseñó y construyó Le Berger. Querían algo con un toque de lujo para la época, con el fin de atraer a las jóvenes. Fue diseñado como un lugar donde pudieran beber champán, comer ostras y disfrutar de la vida al máximo.
Por supuesto, en ese momento, la mentalidad de las personas no era tan flexible como después de la guerra o como lo es ahora. La vida sexual de la gente era muy secreta y oculta, pero aún necesitaban un lugar para expresarse. Por eso, se requería la máxima discreción al entrar al lugar.
Toda la circulación estaba diseñada de manera que era imposible encontrarse con otro cliente dentro de las paredes del hotel. Entrabas por una puerta, tomabas el primer ascensor y accedías a tu habitación con el acompañante. Después, bajabas por otro ascensor y salías por otra puerta.
No, no era un burdel. La dirección de Le Berger siempre fue clara al respecto: no se permitía la prostitución dentro de sus paredes. Estaba claramente escrito en la entrada del hotel con este cartel (abajo). La gente venía a Le Berger para hacer el amor y disfrutar de la vida, no para ganar dinero ni tratar a las mujeres como objetos.