La mejor forma de conocer una ciudad es patearse sus barrios. Recorrer sus callejuelas sin rumbo fijo, sin sacar el móvil para consultar Google Maps ni para hacer una foto. Pasear sin prisa y con pausas, dispuesto a pararse a admirar un escaparate, a degustar una cerveza o a entrar en una exposición sin haberlo planeado. Es la forma de captar el ambiente de una ciudad, de tomarle el pulso. Uno de los barrios donde es fácil hacer esto, uno de los rincones con más personalidad de Europa, es el barrio de Molenbeek.
En pleno centro de Bruselas se esconde un barrio multicultural en el que la incipiente gentrificación no ha supuesto renunciar a su personalidad. Muchos turistas lo ignoran y eso lo hace aún más atractivo a ojos del verdadero viajero. El epicentro cultural del barrio se encuentra en el. Aquí no encontrarás pinturas enmarcadas, sino dibujadas directamente sobre las paredes de esta antigua destilería de cerveza. Grafiti, diseño gráfico, tatuajes, cómics y artes plásticas componen un museo 2.0 que presta especial atención a la cultura de internet.
Más clásico es el Museo de Industria y Trabajo de Bruselas, en el que el visitante podrá conocer el pasado industrial de la ciudad. El espacio se convierte aquí en parte de la historia que cuenta, pues es una antigua fábrica abandonada. Merece la pena informarse de las numerosas e interesantes exposiciones temporales.
Cualquier día es bueno para perderse por Molenbeek, pero si lo haces un domingo, puedes encontrarte con su mercadillo gastronómico en la Place Comunale. Las cocinas de todo el mundo están a distancia de un par de puestecillos: kosher, halal, griega, italiana. Es como una pequeña delegación de la ONU, pero mucho más sabrosa.
Si no estás para experimentos internacionales y quieres probar un poco de gastronomía local, acércate a la Brasserie de la Senne, una de las tres cervecerías que se encuentran en Bruselas. Puedes conocerla con ayuda de un guía o ir directamente a lo importante y pedir una buena cerveza y algo de picar.
Continuamos el paseo, parándonos a admirar bellezas arquitectónicas como el castillo de Karreveld o la iglesia de San Juan Bautista, una muestra muy particular de arquitectura art déco del célebre arquitecto belga Joseph Diongre.
Los edificios son muy bonitos, pero una décima parte del barrio de Molenbeek es naturaleza pura y dura. Con más de 50 hectáreas de extensión, Scheutbos es más que un parque. En él puedes encontrar todo tipo de aves, además de algunas vacas pastando, aunque sus habitantes más famosos son bastante pequeños. Hay más de 20 tipos distintos de mariposas aleteando en este parque. Así que estate atento.
Es difícil decir adiós a Molenbeek, pero si hay que hacerlo, no hay mejor forma que una noche en el Café de la Rue. No te dejes engañar por el nombre, más que un expreso, aquí te puedes tomar un buen gin-tonic. Lo harás acompañado de la mejor música en directo de la ciudad. Esta sala de conciertos es famosa en toda Bruselas y los mejores saxofonistas de jazz se dejan caer por este local con aires retro. Un broche de oro para una jornada en el barrio más vibrante de esta capital europea.