Bilbao te atrapa, quiere que te quedes, y cuantas más horas pasas aquí, más quieres quedarte. Cada monumento es mejor que el anterior, la Ría te descubre puentes y pasarelas con historias más interesantes cada vez y, de repente, la hora de comer. Jaque mate.
La gastronomía vasca es un patrimonio en sí mismo. Desde que das el primer bocado, te maldices por no haber decidido visitar Bilbao antes. No sufras, más vale tarde que nunca.
Si combinamos cultura, historia y tus ganas de seguir de pintxos, nos da un objeto que está tan en las raíces bilbaínas que la misma Virgen de Begoña, la Virgen de los Txikiteros, sujeta uno en varias imágenes del Casco Viejo; hablamos del Vaso de Txikito.
Historia del Vaso de Txikito
Caminas por las Siete Calles, pleno Casco Viejo de Bilbao, pides un Pintxo y que te pongan de beber lo más típico de Bilbao, ¿será Sagardoa, vino de la Rioja alavesa o un txakoli?
Pues, lo más seguro es que te pongan un vaso que, a pesar de su pequeño tamaño, pesa como si te lo hubieran llenado de plomo. Y hablando de llenar, si te fijas, gran parte del vaso ya está relleno de vidrio en su parte inferior. ¿Pero qué es esto?
Lo que tienes ante ti es historia de Bilbao, un pedazo de cultura, nunca un vaso contuvo en sí tanta historia y leyenda, con permiso del Santo Grial.
La historia del vaso de Txikito es una historia de reinvención y adaptabilidad. Ahí donde lo ves, su función original no era la de hacer de vaso. Y se entiende rápidamente la razón; pesa más de 600 gramos, y su capacidad no es más que la de 12 centilitros. Pequeño, con mucho peso y poca capacidad, ¿para qué se creó?
El pasado, presente y futuro del Vaso de Txikito
Como toda historia y leyenda, varía según quién la cuente, pero la versión más extendida es la que dice que su origen se remonta al siglo XIX, donde servía como recipiente para los farolillos.
¿Cuándo cambió su digna función? Tras una visita que la reina Victoria Eugenia, esposa de Alfonso XIII, realizó a Bilbao en 1929. Hay voces que apuntan a que fue más bien con la visita de la reina María Cristina o incluso del monarca Fernando VII. Aunque la de Victoria Eugenia sigue siendo la versión más aceptada.
Se colocaron centenares de ellos para alumbrar las calles a su paso, y tras la visita, ¿qué hacemos con tanto recipiente? Una de las versiones más aceptadas es que se les entregó a los establecimientos de alrededor.
Así, esta fue la medida perfecta para un txikito, que se refiere a una medida concreta muy reducida de vino. ¿Puedes imaginar cómo se llama a los grupos de amigos que se reúnen a beber txikitos? Los Txikiteros.
La razón por la que se acogió tan abiertamente este vaso para poder beber el vino no es sólo una, ni está del todo claro. Desde el punto de vista de los txikiteros fue un acierto, y muy bien recibido, porque además de asegurar la misma cantidad de vino a cada amigo, se dice que mejora el sabor de cualquier vino, incluso del más peleón.
El gran grosor del vidrio, además de ayudar al sabor, hacía el agarre más seguro, algo que se agradece tras varios sorbos. Precisamente el número de tragos fue otra de las razones que gustó tanto. Su reducida capacidad ayudaba a tomar muchos tragos en distintos bares, dando lugar a una fantástica ruta de cata de vinos.
Ver los vasos de Txikito en las barras fue tan común como las cafeteras esmaltadas y las famosas jarras de porcelana, compañeros inseparables de una buena ruta por las Siete Calles.
Su uso fue desapareciendo hasta mediados de los años 70. Hoy día los puedes encontrar en numerosas tiendas de souvenir, pero todos sabemos qué pasa con las modas; todo vuelve.
Por eso, están volviendo a aparecer por el Casco Viejo de la Villa, y eso son grandes noticias, porque significa que una importante parte del alma bilbaína sigue presente y recupera vida sobre las barras de los bares, estando presente no solo en las cuadrillas de amigos txikiteros, sino de cualquiera que quiera tomar unos pintxos de la forma más tradicional.